Corbata RojaDesde que acordé mi primera cita comercial con Néstor, el dueño de aquel pub que quería lanzarse a internet de nuestra mano, no podía disimular mi orgullo ante mis compañeros comerciales. Lo que sí que intentaba disimular era mi nerviosismo.

Básicamente lo que quería Néstor era que ayudásemos a mover su negocio en las redes sociales. Para ello teníamos un servicio de community managment de uno de nuestros proveedores que le iba como anillo al dedo. La presentación que le envié le había gustado, y ahora quería quedar en persona para que se la explicase en detalle.

Creo que la cosa empezó mal desde el principio.

Primer error de principiante: elegir una mala hora para la cita. Quedamos sobre las siete de la tarde, después de que yo llevase trabajando en la oficina desde las nueve de la mañana. Como comprenderéis mis reflejos y capacidad de concentración a última hora del día estaban algo mermados.  Lo ideal es quedar a primera hora de la mañana, cuando el comercial está más fresco. En este caso Néstor nunca estaba por las mañanas, pero bien es cierto que podríamos haber quedado sobre las cuatro.

A la hora acordada me presente en el pub. A esa hora aún no había mucha clientela. Néstor me saludó con un buen apretón de manos. Tras trabajar de comercial me he vuelto un poco obsesivo con los apretones de mano, de modo que catalogo a la gente según me da la mano. Odio a los tipos que te dan la mano flácida y hacen que parezca que estás estrechando un solomillo. Por suerte Néstor no era de esos y por su apretón enseguida lo califique como buen tipo.

Subimos a un reservado y me invitó a tomar algo. Mi primera reacción ante una invitación siempre es decir que no; pero he aprendido a aceptarlas para no quedar como un desagradecido. Cuando un cliente te invite a tomar algo, acéptalo, pero elige lo más barato que haya (no quieras quedar como un gorrón). Puse mi portátil, dónde tenía guardada la misma presentación sobre el servicio que le había enviado a Néstor. Sobre cada diapositiva iba haciendo mis explicaciones. Me sentía como en una exposición de clase, aunque por suerte el público aquí era mucho más reducido.

Néstor asentía y preguntaba de vez en cuando. Todo iba sobre la seda, o eso me parecía.