Cuando terminé la presentación me quedé unos cuantos segundos callado. Esperaba que la sonrisa que adornaba mi boca no fuese demasiado amplia, porque tenía la sensación de que todo estaba saliendo a pedir de boca. En ese momento pensé que había hecho muy bien trayendo un contrato bajo el brazo. Néstor parecía muy conforme con el servicio de community managment que le ofrecíamos para su web.
¿Iba a firmar mi primer contrato? Aquello sería un subidón de adrenalina importante. Recordando toda la teoría que recordaba sobre los cierres de venta, me lancé:
-Bueno, Néstor, me alegra que te guste tanto nuestro servicio. Creo que es lo mejor para tu negocio. He traído el contrato, para que empecemos a trabajar cuanto antes.
Le pase la hoja con el contrato y un bolígrafo y Néstor asintió con la cabeza. Miró el contrato con interés y parecía dispuesto a firmarlo.
-Por cierto- dije acordándome de repente de un detalle-, los tres primeros meses se pagan por adelantado. Es así por…
No tuve tiempo de terminar la frase. Néstor levanto la cabeza rápidamente, como si hubiese habido una explosión en el pub, y me miró con desconfianza.
– ¿Tres meses por adelantado? No, no. Yo pago el primer mes y después, si estoy conforme sigo con el servicio.
Al ser una empresa de fuerza de ventas, los productos y servicios que vendíamos no eran nuestros, si no de las empresas que contrataban nuestros servicios de representación comercial. Por ello las condiciones de venta nos venían impuestas muchas veces. En este caso la empresa del servicio de community managment tenía la condición de pagar tres meses por adelantado con innegociable. Me puse algo nervioso.
Intenté explicar a Néstor que lo de pagar tres meses por adelantado venía a cuento porque tres meses era el periodo mínimo necesario para que el plan de community empezará a dar resultado. Esas palabras no convencieron a Néstor. Decía que ya sabía que los resultados no serían inmediatos, pero que no pagaría más de un mes por adelantado. Si después del mes veía que se estaba trabajando bien, aunque los resultados no fueran aún muy visibles, continuaría con el servicio.
Habíamos llegado a una situación de tablas. Cada uno estaba enrocado en su posición y el acuerdo parecía de pronto imposible. Me sentí deprimido. Aquello era como ir ganando dos cero y que el equipo rival te meta tres goles a cinco minutos del final.
Decidí que, muy a mi pesar, no podría solucionar aquella situación yo solo. Le dije a Néstor que negociaría las condiciones de venta con nuestro proveedor para ver si podíamos llegar a un acuerdo y que me pondría en contacto con él para una nueva cita. Me despedí dejándome en el pub gran parte del aplomo con el que había entrado.