Durante el camino de vuelta al coche nadie dijo una palabra sobre cómo había ido la cita. Estábamos todos muy concienciados con la que es una de las reglas de oro del comercial. Nunca hablar sobre una cita hasta no estar a una distancia prudencial del lugar dónde se ha producido. El motivo es muy fácil de entender. Imagínate que tienes una cita con una empresa y nada más salir por la puerta de sus oficinas empiezas a hablar con tu compañero de cómo ha ido, ¿Cuántos empleados de la empresa que estuviesen en la entrada o en la cafetería de al lado podría oírte? Como Julián no se cansaba de repetir, la discreción es una de las mejores cualidades que puede tener un comercial.
Una vez que nos subimos al coche y salimos del polígono (nadie nos puede acusar de poco precavidos), empezamos a intercambiar impresiones. La sensación general es que las cosas habían ido bien. Repasamos los puntos clave de la reunión, desde nuestra entrada a nuestra salida. El punto que trajo más cola fue cuando Héctor, nuestro cliente, había empezado a fumar dentro de la sala de reuniones y Víctor le había acompañado. Alex comentó que, como los policías y otros agentes del servicio público, un comercial no debería fumar, o beber, en horas de servicio. Víctor en cambio pensaba que fumar a la vez que Héctor había sido un buen ejemplo de rapport. Yo estaba más con Víctor que con Alex, la verdad.
No sé si ya lo he explicado aquí, pero por si acaso, os lo recuerdo. El rapport es una técnica de PNL que consiste en imitar sutilmente los gestos y comportamiento de nuestro para que nos vea como iguales. No me gusta mucho la palabra imitación, porque parece que suena a burlarse de la gente, quizás sería mejor decir adoptar su lenguaje, tanto verbal como corporal, para ganarnos su confianza. A mí lo del rapport siempre me ha parecido como el famoso allá donde fueres haz lo que vieres.
Y poco más puedo decir de mi primera experiencia como visitador. El producto que nos había explicado Héctor era algo complicado técnicamente y, en mi opinión, un poco caro como para que un novato como yo pudiera venderlo fácilmente. Pero Alex y Víctor me tranquilizaron, diciéndome que en principio no iba a venderlo yo. Para mí -y para Mónica, mi compañera de curso- habían pensado en un producto más fácil de vender y de explicar: páginas web. Pero eso sería en nuestra siguiente misión.