Corbata Roja-Bueno- Julián me miró con solemnidad-, es tu turno.

Estábamos en medio de la calle en lo que era mi primera experiencia como comercial a puerta fría. Había entrado con Julián en un par de negocios, pero ahora era yo el que debería llevar la voz cantante.

-¿Dónde quieres que probemos?- pregunté.

-Elige tú.

Eche un vistazo alrededor. Era una calle bastante comercial, así que no faltaban sitios donde poder entrar. Pero yo soy un chico bastante indeciso, así que estuvimos andando varios minutos antes de que me decidiera por una tienda. Se trataba de una tienda de muebles antiguos. Por suerte, no había nadie más. Julián y yo entramos.

El dueño era un anciano de aspecto afable. Nos preguntó que deseábamos. Yo respiré hondo y le solté la entradilla que tenía preparada:

“Buenos días, soy ******* de Brainstormer Fuerza de  Ventas. Como fuerza de ventas representamos los productos y servicios de nuestros clientes y ahora estamos haciendo un recorrido por la zona promocionando uno de esos productos, las páginas web. ¿Tienen ustedes página web?”

Sonreí esperando una respuesta, pero el dueño me miro con cara de incógnita.

-Perdona, ¿puedes volver a repetirme lo que has dicho? Me temo que no oigo demasiado bien.

Así que el pobre hombre no oía bien y yo tuve que repetir lo mismo en voz alta, sintiéndome como un actor a la hora de repetir una escena. Esta vez el dueño me oyó, pero me dijo que hablase con su hija, que ella era la que entendía de esas cosas. Me dio una tarjeta y me dijo que llamase por las tardes. Me metí la tarjeta en el bolsillo y nos despedimos. No había ido del todo mal.

El segundo sitio que elegí fue una peluquería. Aquí la dueña estaba hablando con una clienta y tuvimos que esperar “turno”. Tras mi ensayada presentación, me dijo que podía enviarle la información y me dio su tarjeta de visita. Ya tenía dos tarjetas de visita y creía que empezaba a soltarme. No obstante, seguía sintiéndome algo cohibido cuando entraba en una tienda. La sensación de que podía estar haciéndole perder el tiempo a la gente era algo que no pude sacudirme de encima en mis primeros días como comercial. Quiero decir, cuando entras a una tienda, los dueños esperan que compres algo, no que seas tú el que intentas venderles algo.

Entramos en unas cuantas tiendas más, en algunas hablaba yo y en otras Julián. A veces Julián me ayudaba cuando me quedaba atascado, y yo intentaba intervenir de vez en cuando aunque Julián llevase la voz cantante. Después fuimos a reunirnos con nuestros compañeros.