Desde hace unas semanas estoy trabajando en solitario. Vendo en mi ciudad sin tener que aparecer por la oficina a menos que yo quiera o tenga algún asunto que atender allí. La palabra autónomo cobra ahora todo su sentido.

Es genial estar en casa y poder administrar libremente mí tiempo de trabajo, además de ahorrarme casi dos horas de transporte diario entre autobús, metro y cercanías (Y, por consiguiente, ahorrarme el cabreo mañanero. Cualquiera que use el transporte público habitualmente me entenderá).  En definitiva, trabajando así siento que -como dijo el poeta- yo soy el capitán de mi alma, yo soy el dueño de mi destino.

Para que os hagáis una idea de como trabajo, voy a haceros un breve resumen de mi rutina diaria:

10:00h: (La hora puede variar, normalmente atrasándose).  Me levanto y desayuno fuerte. Llamo a los clientes con los que contacté en días anteriores para ver si han visto la información que les envié sobre el servicio que estoy vendiendo. Normalmente recibo cuatro posibles respuestas: a) no les ha llegado la información (no es raro que los correos de un comercial sean considerados como spam); b) les ha llegado pero no han tenido tiempo de verla con detenimiento  (esta es mi favorita); c) les ha llegado, le han echado un vistazo y no les interesa (mala suerte); d) les ha llegado, lo han leído y les interesa, en cuyo caso te pedirán una cita. Tras hacer todas las llamadas pendientes, me encierro un rato a llorar en el cuarto de baño (voy al cuarto de baño para no molestar al resto de la casa).

Es necesario hacer un inciso: Cualquiera que haya leído el último post de mi sección sabrá lo importante que fue para mí que me diesen el móvil de empresa. Pues debo decir que poco me ha durado la alegría, porque el otro día lo perdí, y de un modo bastante tonto (por cierto, si alguien encuentra un Nokia antiguo en el Retiro, por favor, póngase en contacto con Brainstormer. Gracias). La pérdida del móvil ha sido mi primera crisis como comercial. Eso me recuerda que los japoneses usan la misma palabra para decir crisis que para decir oportunidad (¡crisistunidad!). Ahora intento hacer todas las llamadas pendientes el día que voy a la oficina, por lo menos hasta que me den el nuevo móvil.

11:00h: Me acicalo, me pongo mi mejor traje, junto con la corbata roja marca de la casa, y salgo de casa. Con suerte en ese horario es cuando suelo poner mis citas de venta. En caso de no tener ninguna cita programada, voy a vender por las calles de mi ciudad.  Cada día elijo una zona nueva (incluso he pensado en poner un mapa en la pared de mi cuarto e ir señalando con alfileres por dónde me voy moviendo) y entro en los negocios dónde creo que puedo vender algo.

13:30h: Descanso, comida y siesta reparadora.

16.00h: Me siento delante del ordenador y envío información a los prospectos que he contactado por la mañana. Después introduzco en la agenda del ordenador los nuevos contactos (bueno, eso me da bastante pereza, así que a veces lo dejo para los fines de semana).

18:00h: Doy por terminada mi  jornada laboral. Cómo veis no vivo del todo mal.

Saludo de un comercial,

Guillermo Rodríguez.