Corbata RojaAsí que después de todo me habían cogido. Iba a tener mi primera oportunidad laboral. Paradójicamente no me sentía demasiado contento; más bien era un mar de dudas. Pensaba que antes o después la pifiaría, que mis jefes verían que yo no tenía madera de comercial y me mandarían de vuelta a casa.

El problema era que yo no me imaginaba trabajando como comercial. No creía tener las principales cualidades que, en mi opinión, eran más importantes en un comercial: carisma y facilidad de trabajo. Tampoco podía pasar por alto el hecho de que aquel no era el trabajo de mis sueños; ni siquiera tenía que ver mucho con lo que yo había estudiado. Pero hacía tiempo que había renunciado a trabajar en lo que quería y me había resignado a trabajar en lo que podía (aunque suene fatal).

A pesar de todas mis dudas, confiaba en que el cursillo de ventas que me darían me enseñaría todo lo que debía saber. Después de todo, dicen que nadie nace aprendido y si me habían seleccionado sería por algo, ¿verdad? Quizás los chicos que me hicieron la entrevista habían descubierto en mí un potencial oculto para las ventas.

El fin de semana que transcurrió entre la llamada para decirme que me habían cogido y el inicio del curso transcurrió sin incidentes, si bien mis nervios iban aumentando a medida que llegaba el lunes.

Por fin fué lunes y me puse mis mejores galas (esta vez sí, traje y corbata) para mi primer día de curso. Cuando llegué al lugar donde iba a ser la formación, me encontré con una chica que también parecía estar esperando. Nos saludamos  -se llamaba Mónica- y también venia al curso.

Estuvimos hablando. Entre nosotros se creó una corriente de simpatía casi instantánea. Supongo que era el mismo tipo de conexión que se produce entre personas que están en la misma situación.

Al poco tiempo llegó un hombre no mayor de treinta años. Nos dedicó una amplia sonrisa y dijo:

-Vosotros debéis ser los nuevos comerciales. Soy Julián, el CEO de Brainstormer.

Dio dos besos a Mónica y después se acercó a mí y nos estrechamos la mano. Sin dejar de sonreír y de mirarme a los ojos, Julián dijo:

-Lo haces mal.

-¿El qué? -pregunte yo algo contrariado-.

-El apretón de manos. Tiene que ser mucho más firme. No te preocupes, ahora te enseñaré como se hace.

Y sin decir nada más se dio media vuelta y nos condujo al aula de aprendizaje. Nuestra iniciación como comercial estaba a punto de empezar.