Corbata RojaLlegué a casa con la cabeza llena de pensamientos contradictorios. Por un lado, mis sensaciones durante la entrevista habían sido buenas. Siempre que uno sale de un examen (y para mí las entrevistas de trabajo son un verdadero examen) sabe, en el 80% de los casos, si ha aprobado o no. Yo tenía la fuerte impresión de haber aprobado. Pero por otra parte, en las entrevistas de trabajo no juega uno solo, sino que compite con otros candidatos (en ese sentido las entrevistas de trabajo serían un examen de oposición), y yo no sabía si el resto de candidatos lo había hecho mejor o peor que yo. Ni siquiera sabía si había más candidatos, en este caso, porque ese día ya esa hora al parecer solo estaba citado yo.

De todos modos si algo había aprendido durante mi búsqueda de trabajo es que nunca hay que confiarse. Vamos, que por mi experiencia anterior era bastante pesimista en todo lo respectivo a mis posibilidades. Creo que no soy el único al que le ocurre, al menos mucha gente en mi situación me había comentado lo mismo. Acabas los estudios ilusionado, pensando que no tardarás en encontrar un buen trabajo. Llegas a la primera entrevista con optimismo y cuando te rechazan no te deprimes, piensas que las cosas nunca salen a la primera y que la próxima será la buena. Te equivocas. Llegan más entrevistas y más negativas. Y al final el optimismo es reemplazado por una sensación de resignación, inutilidad y de leve irritación.

Te preguntas como lo hizo la gente normal para conseguir su primer empleo. Si ahora en todos lados piden experiencia,  ¿entonces cómo va alguien recién salido de la facultad? (que es prácticamente como decir recién salido del cascaron). Te rechazan por falta de experiencia y no tienes experiencia porque te rechazan en todos los trabajos. Es la pescadilla que se muerde la cola.

A pesar de todas estas reflexiones más bien sombrías,  intentaba no desanimarme antes de saber la respuesta. Me habían prometido que me llamarían fuera cual fuera la decisión. Eso me tranquilizaba. Otras veces ni siquiera se molestaban en decirte que habías sido rechazado. O a veces al mes o incluso más tarde te llegaba un correo o un mensaje de texto, bastante impersonal, diciéndote que sintiéndolo mucho no eras el perfil que la empresa estaba buscando en ese momento, pero que mantendrían tu curriculum en su base de datos para futuros procesos de selección (aquello siempre me sonaba a premio de consolación).

Ahora solo quedaba esperar y, como dice una de mis canciones preferidas, the waiting is the hardest part (la espera es la parte más dura, para que no tengáis que ir a Google translator). Por suerte, la espera fue corta. Dos días después recibí una llamada diciendo que había sido seleccionado y que el lunes siguiente empezaría el cursillo de formación previo a mi incorporación a la empresa.