El día señalado me levanté sobre las siete de la mañana. Era un poco más pronto de lo que hacía falta, pero quería arreglarme al máximo. Me bañé, en vez de ducharme como suelo hacer, me afeite, (bueno, no del todo, sino dejándome una perilla bien recortada), me corte las uñas, me lave el pelo no una sino dos veces… En fin, todo un ritual. Mi objetivo era claro, tener el mejor aspecto para mi primera visita comercial. Como me dijo Julián, acompañaría a dos compañeros a visitar a uno de nuestros proveedores, una empresa para la que íbamos a trabajar como fuerza de ventas.
Estuve diez minutos luchando por hacer un nudo de la corbata (corbata de riguroso color rojo, por supuesto) medianamente decente y después salí pitando a coger el autobús. Como ya he dicho alguna vez, Madrid no me quedaba precisamente cerca del lugar donde vivía, en una ciudad cercana, así que el trayecto fue largo. Mis compañeros me recogerían en coche en Plaza de Castilla, ya que el sitio adonde íbamos estaba a las afueras de Madrid.
Llegue bastante puntual y estuve dando una vuelta por los alrededores. Esperaba ver a algún famoso por los alrededores de los famosos juzgados, pero no hubo suerte. Cinco minutos antes de la hora convenida recibí una llamada de Víctor, uno de los compañeros a los que iba a acompañar, para decirme que me recogería justo al lado de la parada de metro. Que decir, me sentía como un agente en misión secreta. Fui hasta allí y a los cinco minutos apareció Víctor con su coche, al que me subí rápidamente. Víctor me saludo y dijo que aún teníamos que esperar al otro compañero. No tuvimos que esperar mucho, enseguida vi como un chico de traje se acercaba a nosotros corriendo y agitando un brazo en señal de saludo. Entro en el coche y me dio la mano, presentándose como Alex.
Una vez los tres listos, nos pusimos en marcha. El viaje fue animado, a Víctor ya le conocía, pues fue uno de los que me hizo la entrevista de trabajo, pero a Alex era la primera vez que le veía. La verdad, era fácil simpatizar con ellos. Fueron dándome consejos todo el camino y enseguida me sentí mucho más tranquilo. No era muy habitual que fuesen tres comerciales a una cita. Lo normal era que fuesen dos o uno, pero en este caso había confianza con la empresa a la que íbamos a ver y además, se podría decir que yo estaba “en practicas”.