Llegamos al lugar de la cita una media hora antes de lo acordado. Como había tiempo, buscamos una cafetería para tomar algo. Misión difícil, porque estábamos en un polígono a las afueras de Madrid. Tras diez minutos dando vueltas, decidimos regresar al lado del coche y echar un cigarrillo antes de entrar en la empresa (aunque realmente Víctor era el único de los tres que fumaba).
La empresa parecía grande, al menos desde fuera. Alex y Víctor me explicaron un poco de que iba la cita antes de entrar. La empresa, cuyo nombre omitiré, se dedicaba a las nuevas tecnologías en internet y telefonía. No era el primer contacto, sino que ya habían quedado un par de veces antes. El objetivo de la cita era que nos habían contratado como su fuerza de ventas, así que iban a explicarnos exactamente en qué consistían sus productos para que nosotros pudiéramos venderlos con todas las garantías.
Entramos a un hall bastante espacioso. Nos acercamos a la recepción, donde estaba la secretaria. Me sentía impulsado a demostrar mi valía, así que fui yo quien nos presentó como comerciales de Brainstormer que veníamos a una cita con el responsable de la empresa xxxxx. La secretaria llamo para avisar de nuestra presencia y nos pidió que esperásemos. Nos sentamos en unos sillones hasta que un chico joven vino a por nosotros. Héctor, que así se llamaba, saludó efusivamente a Alex y a Víctor, no se podía dudar que ya se conocían, y por ultimo me estrecho la mano a mí, que fui presentado como un nuevo comercial.
Nos encerramos los cuatro en una salita con una gran mesa. Yo no quería meter la pata ni romper ninguna de las reglas de protocolo comercial, así que espere a que todos estuvieran ya sentados antes de elegir asiento. Pronto descubría que las reuniones pueden ser la parte más aburrida de la vida de un comercial, al menor para mí. Por lo menos esta primera fue relativamente corta, apenas un par de horas. Para intentar justificar mi presencia allí, apuntaba en una libreta lo que me parecía más importante sobre el producto (precios, condiciones…) y de vez en cuando lanzaba alguna pregunta. El ambiente era distendido, hasta Héctor se fumó un par de cigarrillos (pidiéndonos permiso antes).
Cuando ya habíamos hablado todo lo que había que hablar, nos despedimos, no sin antes prometer que daríamos cuenta de toda nuestra actividad vendiendo el producto de su empresa y apuntando las objeciones más comunes de los prospectos. Con la sensación del deber cumplido, fuimos al coche para volver a Madrid.
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